Me encantan las americanas, en particular, adoro a una mujer llevando una americana que le queda grande. Hace unos meses me encontrĆ© con el cuadro de Frida Kahlo, Autorretrato con Pelo Corto. Me conmovió profundamente. En Ć©l, Frida lleva un traje que le queda grande y una camisa carmesĆ, estĆ” sentada en una silla, con las piernas entreabiertas y los mechones de su pelo cortado, esparcidos por el suelo a su alrededor. En el cuadro se puede leer "Si alguna vez te quise fue por tu pelo. Ahora que estĆ”s pelona ya no te quiero".Ā
La historia en torno al cuadro, fechado en 1940, es que lo pintó tras divorciarse de Diego Rivera. Frida lleva lo que parece un traje y camisa de su ex. Su tristeza y su dolor quedan patentes en el cuadro, pero también se trasluce una sensación de libertad y de ser dueña de la propia vida. Me encanta el modo en que nos mira. Al parecer, fue en esta época cuando se propuso independizarse económicamente de Rivera y vivir de la venta de sus cuadros. Una de las cosas que mÔs poderosas me parecen de este cuadro es el hecho de que lleve un traje para marcar su independencia, en lugar de sus habituales faldas y blusas coloridas y muy decoradas y de sus labios rojos.
No conocĆa este cuadro, y cuando lo encontrĆ© hace poco me sentĆ atraĆda al instante porque uno de los momentos de mi vida en los que me he sentido completamente libre y yo misma fue cuando me cortĆ© el pelo muy corto y empecĆ© a vestirme como un chico, en concreto, con americanas de hombre y unas cuantas tallas mĆ”s grandes. Mirando el cuadro de Frida Kahlo la entendĆ totalmente: el traje, el pelo, los versos, y esa sensación de absoluta libertad. Mientras investigaba para esta pieza encontrĆ© un dato interesante sobre la historia de las americanas, hay bastantes teorĆas sobre su origen, pero el hilo conductor es que originalmente se usaban por hermandades de hombres, una de las cuales la llevaba en color rojo fuego. AsĆ que Blazer viene de la palabra inglesa ablaze -o lo que es lo mismo, estar en llamas-. QuĆ© casualidad que durante mucho tiempo, que una mujer llevase una americana tambiĆ©n significaba que era muy independiente, y que en cierto modo estaba en llamas.Ā Ā
De niƱa yo era sĆŗper femenina, me encantaban los vestidos, los lazos, los zapatos bonitos, etcĆ©tera. A los siete aƱos posaba en las fotos sacando la cadera como una modelo adulta en miniatura. En la adolescencia a mi cuerpo le salieron curvas por todas partes, llevaba el pelo largo teƱido de rubio platino, e iba a todos lados con tacones altos. Me encantaba, Ā”era una mujer! Sin embargo, pronto me topĆ© con la contrapartida: recibĆa mĆ”s atención de la que sabĆa gestionar, encontrĆ”ndome en muchas situaciones en las que acababa cosificada, a menudo la gente comentaba mi atractivo sexual como si yo no estuviese delante. Sin embargo, yo personalmente no me sentĆa especialmente atractiva y habĆa algo que no encajaba, pero no podĆa precisar quĆ© era. A mi vuelta a Madrid, aƱos mĆ”s tarde y en pleno proceso de recuperación de una etapa muy dura, buscaba nuevas formas de expresar un yo mĆ”s autĆ©ntico para mĆ misma, ya que ese rol ultrafemenino me tenĆa secuestrada pero aĆŗn no sabĆa quĆ© era lo que estaba buscando. Por aquel entonces, sin embargo, ya me interesaba la moda masculina y siempre me habĆa atraĆdo la gente de aspecto y personalidad andróginos. Pero con una feminidad tan arraigada como la mĆa sentĆa que la androginia se me iba a quedar para otra vida.


Un dĆa, medio de casualidad, mi amiga Ara me cortó el pelo muy corto, sacando para siempre el rubio de la ecuación y haciĆ©ndome parecer otra persona. Para entonces, mi cuerpo habĆa vuelto a cambiar, habĆa perdido mucho peso y por lo tanto todas esas curvas molestas habĆan desaparecido, asĆ que empecĆ© a llevar un aspecto masculino con mĆ”s confianza. De repente todo encajó para mĆ; me sentĆa en mi sitio y en paz or fin. Todo lo que habĆa necesitado para recuperar mi sexualidad, mi sentido de mĆ misma y mi poder era posicionarme en el lado opuesto del espectro y adoptar algunos de los sĆmbolos externos de masculinidad.Ā Vestirme con chaquetas de hombros grandes, caderas cuadradas y pelo corto engominado me permitió explorar aquello de mĆ misma que me parecĆa bello y sexy por y para mĆ, no para la sociedad. Me sentĆ tan bienā¦!
Afortunadamente, hoy estamos en un mundo en el que los roles de gĆ©nero, el poder y la sexualidad ya no vienen definidos por lo que llevamos puesto, y a veces se nos olvida lo rĆ”pido que se ha producido este cambio. Con el tiempo he llegado a encontrar un equilibrio en el que puedo ser tan masculina o femenina como me de la gana sin tener que depender de una idea de códigos especĆficos de gĆ©nero y voy y vengo en la fluidez de mi estilo con total libertad, pero no me olvido de la sensación de potencial y felicidad de ese periodo en el que me convertĆ en un chico para llegar a ser yo misma.


Hoy ya no llevo el pelo corto y he vuelto a mi rubio de toda la vida, pero sigo teniendo mĆ”s de 20 americanas que uso a menudo, y normalmente tengo que controlarme porque esa es la prenda de la que nunca tengo suficientes. Por todo esto, he estado reflexionando sobre quĆ© tienen las americanas que tanto nos gustan. Por un lado, el hecho de que estĆ”n por todas partes y se han convertido en LA TENDENCIA: amplia, ceƱida, corta, oversize, entallada o holgada, es, seamos fashionistas o no, un must en nuestros armarios. Pero Ćŗltimamente con la evolución de la moda masculina, los hombres parecen haberla abandonado, mientras que las mujeres la encuentran ineludible. ĀæAdoramos las americanas porque ofrecen comodidad y protección frente al anĆ”lisis excesivo que nuestros cuerpos soportan a diario? ĀæO tal vez porque una americana siempre queda bien, transmite profesionalidad y es interesante? Son un sĆmbolo de estatus, pero mientras que para los hombres pueden representar el uniforme que históricamente eliminaba su individualidad, para las mujeres hace exactamente lo contrario.
Es interesante que el auge en el uso de la americana por parte de las mujeres se haya producido en paralelo a momentos claves de la liberación de la mujer; Coco Chanel creó un traje de tweed (que antes llevaban exclusivamente los hombres) para liberarlas de prendas incómodas, poco prÔcticas y excesivamente decorativas, de modo que pudieran conducir, trabajar y practicar deportes en libertad, en 1966 Yves Saint Laurent, al tiempo de la 2ª ola feminista, diseñó Le Smoking. En los años 80, el "power dressing" se pone de moda de la mano de Giorgio Armani, marcando el inicio del acceso de las mujeres a los puestos directivos en empresas, y hoy, con la 4ª ola del feminismo, parece que no podemos vivir sin ella. Por mucho que nos pueda molestar, cada vez que hay que cambiar las cosas echamos mano de la americana.




Esta reciente locura por la americana comenzó de la mano de Demna Gvasalia en Balenciaga con su colección de otoƱo 2016, allanando el camino para marcas como Wardrobe NYC, Aeron or The Frankie Shop que inundan nuestros feeds a travĆ©s de la influencer clónica y la supremacĆa de la moda minimalista. Al margen de estos hitos, yo quiero hoy celebrar a mis iconos, a las mujeres que se atrevieron a arder y a vestir como les salió del moƱo, allanando el camino para que nosotr+s hiciĆ©ramos lo mismo. Ā”Arriba la Blazer Girl!
Hadta aquà mi tostada semanal, misfits! Disfruta de tu sÔbado, ponte esa america olvidada y haz que arda todo lo que te rodea.
Love,
Patty
””””Arriba la blazers girl!!!!