La semana pasada estuve en Londres, y pensé que estaría bien compartir algunas de las cosas que pasaron y algunos lugares especiales que descubrí. Me encanta perderme cuando voy a los sitios y coger pequeños desvíos que me llevan a lugares inesperados. Esta ciudad es un segundo hogar para mí y, después de vivir en ella la mayor parte de la década de mis veinte, sigo yendo tan a menudo como puedo. Mi idea original para este post era compartir con vosotros algunos de mis lugares y cosas favoritas que hacer en Londres, pero como la semana resultó tener ideas propias (¿no las tienen todas?), se mezcló con un montón de recuerdos, y un tiempo de perros. Aunque voy a compartir algunos lugares geniales hay antísimos que se quedan en el tintero… los guardaré para futuros posts. Aquí os dejo un trocito de mi Londres:
VIERNES
Ladrillos que no dejan ver el bosque
El día empezó un poco a lo loco, la línea Jubilee del metro me recordaba a una versión destruida y mal iluminada de los pasillos y paredes de la nave espacial Odisea del Espacio de Kubrick. Al principio pensaba ir al Barbican a ver la biblioteca, pero el día era tan bonito que en vez de eso me fui a dar un paseo por el Puente de Londres, y acabé en The White Cube. Esta galería tiene ahora sedes en todo el mundo, pero hace años era exactamente eso, un cubo blanco en Hoxton Square, donde en 2004 vi una de esas exposiciones que se me quedaron grabadas para siempre: se trataba de una serie de retratos de actores famosos realizados por Sam Taylor-Johnson (entonces Taylor-Wood) llamada Crying Men. (Hombres Llorando). En la actualidad, el White Cube tiene dos sedes en Londres, una en Green Park y otra en Bermondsey, donde caí yo y vi Body Politic, de Antony Gromley. En la zona principal había una serie de esculturas mínimalistas hechas con metal oxidado o ladrillos, que tengo que la verdad, no me mataron. Luego entré en una sala llena de formaciones de ladrillo que recordaba a un yacimiento antiguo como un castro de ladrillos rojos, tardé un rato pero de repente vi una figura tumbada, luego otra y otra, cada una en posiciones diferentes. Lo que parecía un mar de ladrillos se convirtió en una serie de figuras humanas descansando (o robóticas si tenemos en cuenta la forma) y haciendo yoga por todas partes. Fue bastante mágico ver la transformación. Supongo que es un poco como la vida, no ves nada y de repente: ¡bum!
Un poco más abajo, en la Morocco St., me topé con una pequeña librería-y entré. Era el tipo de sitio que me gusta a mí, con una buena selección de libros de arte, moda y novelas independientes. De algunos de los libros colgaban etiquetas con notas personales de recomendación. Qué buena idea! Es genial para l+s escritor+s, pero también para l+s comprador+s, que a lo mejor no tienen ganas de charlar con l+s librer+s, pero les apetece saber su opinión.
Más tarde, crucé Borough Market para dar mi paseo ritual por el Southbank, mi favorito de los favoritos, lo que nunca dejo de hacer cuando estoy en Londres. Me encantan los viejos edificios de los muelles, con sus ventanas largas y sus grúas, pintados de azules y grises, el Támesis con la catedral de San Pablo al otro lado, la Tate Modern (donde compré un librito fantástico de Michaela Coel: Misfits. A Personal Manifesto, [Inadaptad+s: Un manifiesto personal] me pareció tan apropiado que no pude resistirme a comprarlo), y el BFI, (la filmoteca), que esa noche proyectaba Pink Flamingos, de John Waters. Justo enfrente del BFI y bajo el puente de Waterloo hay un mercadillo de libros de segunda mano, al que me encanta ir para encontrar libros-joya, pero ese día sólo estaban abiertos un par de puestos, así que no hubo más hallazgos interesantes. Luego tuve una batalla estratégica y silenciosa con una señora de pelo rosa, peinado con un lazo rosa y vestido oversize de tul rosa (igual estaba allí para ver Pink Flamingos?) por la única mesa disponible junto a la ventana de la cafetería del BFI con vistas al río, y gané, así que me senté allí y escribí durante un rato, terminando mi carta de desamor a Helmut Newton y dándome cuenta de que por primera vez en meses, escribir me estaba resultando fácil.
SATURDAY
SÁBADO
El bono transportes perdido antes y el de ahora
El día anterior, de camino a casa, me di cuenta de que había perdido mi tarjeta semanal de transporte. Menuda rabia! Siempre que voy a Londres me quedo con una de mis amigas más queridas, y pasar tiempo juntas es una de las principales alegrías de cada viaje. A la mañana siguiente, amenazaba tornado en la zona, así que los planes para el día se redujeron a relajarnos en casa y disfrutar de nuestra compañía. Fui hasta la estación de Richmond dando un paseo para intentar que me devolvieran el dinero, pero por supuesto, no coló. De vuelta me detuve en el parque junto al puente, debajo hay un pequeño café que tiene unas cuantas sillas con vistas al paseo del río. En los días soleados (a diferencia de hoy, que estaba gris y sombrío) es un lugar precioso para sentarse y echar el rato con un café o un té, y si vas con niños, es divertido alquilar una barca allí y remar río arriba y río abajo. Cuando estudiaba en la universidad, trabajaba por las tardes y los fines de semana cerca de allí, en el lado opuesto de la ciudad, y todos los días iba y venía. Me encantaba esa parte del río y tomarme un café en ese café a la hora de comer, cuando podía permitírmelo, me parecía el mayor de los lujos. Hoy, sentada en una de las sillas de plástico con una taza de té, pensaba en lo pobre que era en aquella época y en lo devastador que habría sido perder la travelcard. Ahora no era genial, pero podía seguir con mi vida y adaptarme a la situación sin problemas. Me sentí profundamente agadecida.
DOMINGO
La isla del pastel de anguila y los gatos escoceses
El domingo mis amigas querían enseñarme Twickenham, que yo no conocía, ya que se han mudado recientemente a esta zona, después de muchos años viviendo en el este de Londres, donde yo también vivía. Una cosa guay de Londres es que es tan enorme que hay mil mundos contenidos en ella. Cada vez que voy encuentro lugares interesantes que antes no conocía. Visitamos Eel Pie Island, una islita en el Támesis con una comunidad privada que tiene un nombre glorioso y que es diminuta e idílica. Después paseamos por los jardines de York House, en los que hay una fuente, ahora en restauración, que me hizo pensar en un Bernini moderno pero con ninfas peleándose. En un banco se podía leer la inscripción "Ed Jones. Si el amor hubiera podido salvarte, habrías vivido para siempre". Ed fue alguien con mucha suerte.
¿Y los gatos escoceses? Pues eran un paquete de avena escocesa (scottish oats) en la cocina de mi amiga que estaba cerrado con una goma elástica. Yo leía todo el rato GATOS ESCOCESES (Scottish Cats).
LUNES
Quería venir a Londres por su libertad (Roksanda)
Si hay un pueblo al que se le da bien la autopromoción, ese es el británico. Uno de los platos fuertes de este viaje a Londres era visitar REBEL, una exposición celebrada en el Design Museum y comisariada por la periodista Sarah Mower que celebra el talento de l+s jóvenes diseñador+s británic+s. Sigue a algunos de los nombres más conocidos de la moda británica desde los años 90, galardonados con el premio NEWGen. Aquí hay gente importante, desde McQueen a JW Anderson, pasando por Nensy Dojaka, Priya Ahluwalia o Craig Green. También retrata una época muy particular de la vida en Londres, en la que se estaba iniciando un boom de creatividad, impulsado por una educación creativa de alta calidad a precios asequibles. Lo que significaba que los creativos de moda provenientes de todos los estratos sociales y lugares, incluida Europa, podían venir a la ciudad a estudiar, mezclarse y salir de fiesta juntos, lo que desembocaba en una forma de entender el diseño que es espectacular. No sé si sigue siendo así hoy en día, pero quizás las cosas han cambiado tras el Brexit y el precio astronómico de las tasas universitarias. Hoy en día sólo unos pocos elegidos pueden estudiar allí.
Pensé en la suerte que tuve de estudiar en Londres en aquella época. Recibí una beca que cubría mis gastos de matrícula y llegué en el momento perfecto. Así que, aunque la exposición contaba la historia de muchos de estos diseñadores de principios de la década de 2000, yo sentí que era mi propia historia la que también se estaba contando. Fue muy emotivo, no esperaba tener recuerdos tan intensos y tantos vínculos con muchos de estos diseñadores. Al leer sus motivaciones y esperanzas descubrí cuanto se parecían a las mías, por qué vinieron a Londres, qué tipo de impacto querían causar y comprendí dónde estaban las raíces de mi trabajo creativo y mis motivaciones mas por qué tiendo a hacer y ver las cosas de una determinada manera. Hice tantas fotos que la exposición se puede ver fácilmente desde mi teléfono, pero no os preocupéis, os dejo sólo unas pocas.
MARTES
Portal de la ciudad
Último día en Londres y con la agenda repleta, había mil cosas que quería hacer y aún no había hecho. Primero fui a la National Portrait Gallery, hace más de 20 años que no iba. Esta vez me apetecía mucho ir, quizá por todo el tiempo que hacía. Es interesante lo inesperada que puede ser la ejecución de un retrato, me encantó. También me alegró ver hasta que ha habido una gran evolución con respecto a la representación de la verdadera diversidad de Inglaterra en esta galería desde la última vez que fui. Queda mucho por hacer a nivel colectivo en nuestro camino a ser una sociedad en la que la pluralidad y diversidad de la calle sea representada sin que se trate como un acontecimiento, pero hay que reconocerles que están en ello.
Después me fui a comer Dim Sum, que son mi pequeño paraíso en la Tierra. La última vez que estuve en Londres descubrí este restaurante que los hace buenísimos, así que allá que me fui. Para mí, ninguna visita al centro de Londres está completa sin una caña en The French House y un café en Bar Italia, ambos en el Soho (si conoces Londres, ya sé que no estoy descubriendo nada, pero un clásico es un clásico). Cuando vivía aquí me encantaba venir a estos dos sitios porque me recordaban a casa, en su estilo tan francés e italiano, pero lo que en realidad representan es el Soho más auténtico.
El día terminó con un paseo hasta Angel, otra de mis zonas favoritas, en Islington. Está lleno de bares y tiendas chulas. Una joya de la zona es Camden Passage, que los miércoles y sábados tiene un mercadillo de antigüedades y tiene algunas tienditas y bares realmente especiales. Aquí van mis tops: si caminas desde la estación, lo primero que encontrarás es uno de los salones de té japoneses más auténticos de Londres, Katsute 100, el sitio es precioso, pero no esperes un tatami, es más como una farmacia a la antigua usanza, con madera oscura, papel pintado japonés y mesitas, la selección de té es magnífica y las tartas... wow. Un poco más abajo está Camden Head, el lugar es íntimo y bonito, con sus reservados y su terraza al aire libre para los días cálidos. Fui allí a tomar una cerveza con Marta Royo, quién fue colaboradora de La Moda Que Nos Parió, me encantó que por fin pudimos pasar un rato en persona, después de muchos años colaborando de diferentes maneras pero casi siempre online. La comida no es muy buena, así que no te molestes, pero las bebidas son las mismas en todas partes y este pub es precioso. Por último, al final de esta callecita hay una tiendecita vintage de vajillas , donde tienen los juegos de té y café y las cristalerías más bonitas.
Y eso es todo. Algunas cosas de Londres, estilo Patty. Si has llegado hasta aquí, todo lo que puedo decirte es que te guardes esos enlaces en Mapas y que vayas! ¿Cuáles son tus cosas y lugares favoritos en Londres? ¿Tienes algún ritual que sigas siempre, como yo? Te leo en los comentarios.
Feliz Domingo, misfits!
La próxima que vayas igual nos podemos apuntar! Así lo vivimos de primera mano y con ratona y todo 😍
Me ha encantado este paseo de tu mano. Gracias.