[Spa] Muñec+
Será que la Alta Costura se ha fijado finalmente en las calles?
No me gustan las muñecas, la verdad. Recuerdo jugar con ellas, inventar historias en las que eran libres, vivían sus propias vidas, ferozmente independientes. Trabajaban, tenían carreras, salían de fiesta y no tenían muñecos masculinos cerca. No sé por qué, quizá porque como no tengo hermanos y ni a mi hermana ni a mí nos regalaron nunca un muñeco masculino, excepto los clicks pero eran muy bajitos, así que los chicos no estaban nunca incluidos en las fabulosas vidas que llevaban nuestras muñecas. En la cultura popular éstas funcionan como extensiones de nosotr+s, así que aunque mis muñecas fueran libres y luchadoras, las de otra persona podrían ser otra cosa. Y esa es mi disputa con el arquetipo de muñeca, por mucho que yo quisiera que las mías fueran su propio yo libre e independiente, eran una extensión de mí, del mismo modo que las muñecas de Galliano (fijaros que no digo Margiela) o Marc Jacobs son una extensión de ellos. Ya os estoy oyendo pensar, si esto es otra crítica del desfile de Galliano para Margiela voy a saltar por la ventana. Os tranquilizo, no lo es, pero por supuesto en parte sí lo es. Me he pasado la semana pasada, como supongo que muchos de vosotr+s, inmersa en las voces de innumerables crític+s y aficionad+s hablando de la inmensidad de sensaciones que les ha producido la Semana de la Costura, o mejor dicho, la última colección Artisanal de Galliano para Margiela. Y aunque no me interesa profundizar en el desfile en sí, sí que me intrigan las reacciones que ha suscitado. Planteo algunas preguntas para tratar de ofrecer algunas teorías al respecto. Como este espacio es tanto mío como vuestro, querid+s inadaptad+s, no dudéis en aportar vuestros puntos de vista.
¿Qué tiene de diferente esta Semana de la Costura?
Para empezar, el hecho de que haya hecho tanto ruido, no sólo porque Galliano parece haber completado un círculo en su vida, dejando sus reservas (y los códigos de Maison Margiela) para otra vida, sino también porque esta semana marca claramente el momento mismo que la moda está atravesando. A la derecha de la pista, la alta costura sensata, poco ornamental pero fabulosa pensada para la vida cotidiana, piezas exquisitamente confeccionadas pero tranquilas -y minimalistas-, con el Dior e Maria Grazia Chiuri que llevaba la bandera y el Valentino de Pierpaolo Piccioli, que aunque con colores muy atrevidos, se suma a la tendencia, a la izquierda, el equipo del drama con Alaïa por Peter Mullier (técnicamente este no es costura), Schiaparelli por Daniel Rosenberry, el Jean Paul Gaultier de Simone Rocha y el Margiela Artisanal de John Galliano.
Hemos visto una reflexión sobre la tecnología actual a través de un bebé robot, mucha feminidad inclusiva encarnada por cintas etéreas y tul en un juego de fuerza y vulnerabilidad, piezas magistralmente arquitectónicas y técnicamente alucinantes, además de a Galliano volviendo viralmente a sí mismo, haciendo referencia a Margiela con pocas ganas en un regreso sin complejos a sus obsesiones, sus siluetas y sus personajes en los márgenes, con la inestimable ayuda de la genialidad de Pat McGrath en el departamento de maquillaje.
También es notable que una semana de la moda que se ha mantenido bastante prescindible en cuanto a su capacidad para tomar la temperatura de la calle, haya conseguido ahora salir a la palestra con toda su fuerza. En general, esto indica dos cosas importantes: Una, las colecciones de Peter Mulier y Galliano se han desarrollado a lo largo de los últimos 12 meses, lo que apunta al hecho de que, una vez que se les da tiempo suficiente para preparar y profundizar creativamente en la historia o el concepto con el que quieren trabajar, un+ diseñador+ puede alcanzar realmente la maestría. Por lo tanto, tal vez la razón por la que el mundo de la moda se ha estado quejando de falta de inspiración podría estar directamente relacionada con un sistema que antepone el beneficio al valor, imponiendo a l+s diseñador+s plazos enloquecedores, con innumerables colecciones y dejándole+s vacíos del tipo de ideas que llegan a los libros de historia de la moda. La otra, teniendo en cuenta la acogida que han tenido estas cuatro colecciones entre el público, es que la sociedad podría estar preparada para un cambio de aires, exigiendo recuperar el sentido de la fantasía y el glamour en la moda.
¿Y qué pasa con todos los que aclaman a Galliano como un dios?
Tengo que ser sincera, desde el punto de vista de la narrativa, a mi la colección no me ha vuelto loca, quiero decir, me encantó y no me encantó, lo cual es extraño porque si me das a Tim Burton cualquier día, a mí me gusta, y porque si hay algo que aprecio es una buena historia, especialmente sobre un grupo de inadaptad+s. Para mí, el trabajo de Galliano siempre ha tenido un tinte agridulce. He estado pensando en las razones de ello, y la respuesta que resume mejor mis sentimientos la dio Lee McQueen cuando le preguntaron cuál era la diferencia entre él y Galliano:
"John es más fluido y romántico, tiene una gran visión para romantizar a su mujer ideal [...], a mí me importa mucho la independencia de una mujer. No me gusta que parezca tan ingenua y tan frágil".
Mi problema con Galliano es exactamente ése: muchas mujeres se sentirán empoderadas por su visión, pero yo no, y cuando veo esas muñecas a tamaño real, caminando por la pasarela, a veces con aspecto de zombis desconcertados, se me agua la fiesta. No quiero parecerme a una muñeca, pero muchas otras mujeres sí y me parece perfecto si es lo que les apetece. Además, los elogios que he aqleído en Internet, con frases como "El rey está vivo y coleando. Y viviendo entre los mortales" me ponen los pelos de punta, porque Galliano se hundió precisamente con el traje de rey puesto en plena crisis de agotamiento. Sin embargo, estoy de acuerdo en que es un genio y me encanta mucho de lo que ha hecho a lo largo de los años, pero precisamente por el recuerdo de sus desfiles, con este último tuve una sensación de dejà-vu, de ver algo increíble pero no tan original. Lo que me lleva a la siguiente pregunta:
¿Por qué la gente está tan emocionada con este desfile?
Creo que el público más joven lleva tiempo ansiando el subidón creativo que ofrecían desfiles icónicos del pasado como los de Margiela, Galliano o McQueen, por eso los broches enormes con forma de cabeza de león de Schiaparelli y las acrobacias tecnológicas de Coperni se han hecho virales. Pero no sólo el público joven, también el de la moda ha echado de menos esos momentos perfectos en los que un desfile nos da de lleno en la fibra sensible.
Pero para lograr ese tipo de conexión, hay que dar rienda suelta a un cierto nivel de creatividad salvaje, y con ello asumir el riesgo de ser criticado, malinterpretado o, peor aún, cancelado. En este clima, presentar con una originalidad sin remordimientos se antoja una opción peligrosa. Sin embargo, estas mismas generaciones jóvenes luchan cada día por hacer oír sus voces y personalidades únicas, viviendo así un conflicto personal ineludible.
A medida que nos enfrentamos a un mundo colocadito a salvo dentro del flujo interminable de imágenes altamente comisariadas y políticamente correctas en nuestras pantallas, alcanzar ese nivel de emoción no es fácil. Por eso, como sociedad nos atrevemos cada vez menos a destacar, pero nos alegramos cuando llega alguien dispuesto a liderar el camino, abriendo la puerta a la inspiración y el entretenimiento sin que tengamos que atrevernos a nosotros a romper esa barrera primero.
¿Significa esto que por fin podemos decir adiós al minimalismo? ¿Están desapareciendo términos como elegancia discreta y sofisticación sutil?
Lo cierto es que aunque hace muy poco que tik tok dio con el nombre de tendencia de lujo tranquilo, Normcore lleva desde 2013 tomando nuestros armarios como rehenes, evolucionando hasta el punto de que el minimalismo tiene ahora tantos nombres que ni su propia madre podría reconocerlo, pero lo cierto es que justo cuando le dimos uno de sus nombres más precisos, parece que por fin podemos dejarlo marchar. ¿Por qué? Quizá porque está por todas partes, hay incontables marcas ganando cantidades demenciales de dinero a base de vender piezas que no dicen nada ni significan nada.
La gente a la que le interesa la moda se atreve con cualquier tendencia, siempre y cuando sea divertida y puedan seguir estando entre l+s poc+s que la llevan, pero cuando de cada 30 personas en el metro/autobús/la sala, un+s 25 van vestid+s sospechosamente parecid+s, la diversión se evapora. Además, el minimalismo no es una de las tendencias más atrevidas, ya que todo gira en torno a la forma, la elegancia sin esfuerzo y la calidad, que aunque son cualidades esenciales en una prenda de vestir, hay un punto en el que realmente no necesitas otra americana oversize en camel. Entonces, ¿estamos un poco aburrid+s? Es muy posible.
El péndulo se está moviendo hacia el lado opuesto del espectro y es bastante comprensible, porque este minimalismo que nos asola es el tipo de tendencia preferida por aquellos [nota: voy a hacer una mega generalización, no me lo tengáis en cuenta, es para explicar mi teoría] que consumen moda porque necesitan vestirse de forma eficiente, pero que realmente no viven por y para la moda (¿alguien se acuerda de Sucesión?). Con el minimalismo es posible apreciar aspectos como la artesanía, el diseño, la comodidad, la practicidad y el tacto de una prenda, pero no necesariamente la narrativa o teatralidad del vestir. Y es muy posible que algunos de los grandes magnates seguramente estén sintonizando las antenas, porque si la tendencia es favorecer el uniforme, ¿cómo van a seguir vendiendo ropa ad infinitum una industria que insiste en multiplicar exponencialmente sus beneficios cada año? Así las cosas, parece que por fin ha llegado el momento del drama y de la narración, en los que tan brillantemente destaca Galliano.
Por mucho que nos guste la textura de un cárdigan de cashmere, el corte exquisito de un pantalón de lana fría, o el singular tono azul petróleo de un jersey de seda, y creedme, a mí me gusta y me ha gustado, son las prendas especiales, las que no podemos olvidar y que capturan nuestra imaginación, las que nos dejan con ganas de más. Pondré un ejemplo, el otro día compré unas botas doradas de las que me había enamorado (antes tenía otro par que regalé tontamente con el auge del citado normcore). Cuando las probé con diferentes conjuntos, me di cuenta de que ahora tenía espacio para más historias en mi armario. Piezas como un camisón rosa semitransparente o un chaleco de napa marrón tabaco que había comprado y guardado sin usar -porque me parecían demasiado chillones- de repente estaban como en casa con estas botas, y yo también. Así que no se trata sólo de un corsé o de unos pantalones transparentes, de eso ya hemos tenido bastante, se trata de la alegría que puede añadir a nuestra ropa un poco de drama y de narrativa. Se trata de sentirse lo más, y por supuesto que podemos sentirnos así llevando los tejidos más suaves y las prendas mejor cortadas, pero quizá después de 10 años, ya hayamos tenido suficiente.
Teniendo en cuenta el ruido que ha rodedo a estos desfiles de Alta Costura, podría concluirse que ya no nos importa que las modelos parezcan muñecas, seamos muñecas si eso significa que nos vamos a divertir.
Eso es todo por mi parte este finde queridos! Qué os parece a vosotr+s? Os leo en los comentarios. Feliz final de semana!